Durante todo el adviento sentimos la presencia viva de la Virgen María. Ella permanece discretamente en un segundo plano, pero su influencia lo llena todo. Su función en el plan de Dios es importantísima, pero está subordinada completamente a la misión de su divino Hijo.
La escena de la anunciación ocupa de manera casi constante el pensamiento de la Iglesia durante todo el Adviento. Aparece con toda claridad la incomparable importancia de María en el plan de la Salvación. Según la tradición católica, el "fiat" de María, su "sí" rotundo al papel que Dios pensó para ella, tuvo importancia decisiva a la hora de realizarse el plan de Dios para salvar a la humanidad.
La Virgen María no dudó. Simplemente pidió una explicación: "¿Cómo puede suceder eso?". Su respuesta no sólo fue rápida y sin reservas, sino gozosa. Ella respondió con gozo a la buena nueva que le llevó el ángel. Ella aceptó el don divino a favor de todos nosotros; y la humanidad asintió en Ella a su salvación.
Adviento es el tiempo de la esperanza, y nosotros invocamos a Nuestra Señora del Dolor como Mater Spei, o Spes Nostra Salve. Ella es la esperanza de la Iglesia y de cada uno de sus miembros.